Saturday, November 18, 2006

Todo concluye al fin, nada puede escapar


Este blog está de duelo. Se nos terminó Hermanos & Detectives, un programa hermoso que nos hizo felices durante dos meses y medio. Ayer cuando vi el último episodio me la pasé llorando a moco tendido durante la última media hora. Sonará exagerado, pero estoy triste, muy triste; siento un vacío increible. Porque H&D nos dio tantas cosas lindas que el sólo pensar que no vamos a poder volver a seguir las aventuras de los hermanos Montero, del adorable Mansilla, de la maravillosa Marcelita, me hace mierda. Claro, podemos volver a ver una y otra vez los 10 geniales episodios de la serie, pero no es lo mismo. No hay más H&D, H&D ya no es sino que era. H&D en muy poco tiempo logró convertirse en parte de nuestras vidas.


En el último episodio Franco Montero está desolado porque se va a quedar sin la persona que le cambió la vida, que le hizo encontrar la felicidad que antes no tenía. Y eso es básicamente lo que me pasa a mí con H&D. H&D, como me ocurre con contadísimas películas y como nunca antes me había pasado con un programa de TV, se hizo un lugar en mi corazón, me transmitió una felicidad absoluta. Y el hecho de que ya no vaya a tener acceso a las vidas de esos personajes que lograron formar parte de la mía me pone muy triste. Los simuladores era una genialidad, sin duda. Cuando terminó siguió siéndolo, pero no me hice demasiado problema; no era más que una excelente ficción. Algo para nada reprochable, por supuesto, sino todo lo contrario. Pero algo que no era más que eso, y que lógicamente en algún momento debía terminar. H&D, en cambio, fue muchísimo más que eso. Cuando uno se compenetra con personajes como los de H&D la cosa cambia. Por mí H&D podría haber durado para siempre; me hubiese encantado que así fuera. Pero no, H&D ya no es más. Igualmente quiero agradecer a las maravillosas personas delante y detrás de H&D, quienes durante estos últimos dos meses y medio hicieron del mundo un lugar un poquito mejor.


Pero por suerte no todo es oscuro. El mismo día en que presencié el fin de algo que amo, volvió con todo alguien a quien solía amar, después dejé de amar un poquito (aunque por prejuicio no vi El aviador y ahora tengo muchísimas ganas de verla) y ahora vuelvo a amar como antes. Me refiero a Marty Scorsese y su nueva, extraordinaria película The Departed, estrenada aquí bajo el título Los infiltrados. Si bien es una remake de la genial trilogía honkonguesa dirigida por Andrew Lau y Alan Mak (en realidad vendría a ser una remake de la primera que incorpora elementos de las otras dos partes), Marty la hace suya, y construye otra de las típicas épicas scoreseseanas como Mean Streets, Goodfellas o Casino. La historia de un criminal infiltrado en la policía y viceversa le viene como anillo al dedo a Marty y su universo. Y logra una de esas películas hermosas, divertidas, completamente clásicas y modernas a la vez; puro placer visual y visceral. Una película que dura 152 minutos pero que tranquilamente podría haber durado una hora más. Leo Di Caprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Alec Baldwin, Martin Sheen y Mark Wahleberg la rompen.