Saturday, October 14, 2006

Miami Vice



Qué rara que es Miami Vice. Bah, es rara la impresión que me dejó. Si tuviera que escribir una crítica con fundamentos, la verdad que no podría hacerlo, porque si bien me parece una obra maestra absoluta, y tal vez la película que más me gusta de un tipo que me gusta muchísimo como Michael Mann, no puedo encontrar fundamentos sólidos para defenderla. No es que la película me gustó como placer culposo, no estoy queriendo decir eso, es simplemente que la película se defiende por sí sola, los fundamentos aparecen mientras uno la ve, pero se me hace imposible convertirlos en palabras. Debe ser porque Miami Vice, además de una película es (con miedo de sonar a slogan pedorro) una experiencia. Miami Vice es puramente física, puramente sensorial, puramente cine. No hay argumento más válido para defender Miami Vice que Miami Vice. No, no se trata de una versión pop-autoconsciente-de-serie-de-otra década, como ocurre con Starsky & Hutch o con las películas de Los angeles de Charlie (que me encantan). No tiene casi nada que ver con la serie de la cual proviene (algo que también ocurre con las grandes versiones fílmicas -con la segunda parte a la cabeza- de Misión: Imposible), a pesar de que está escrita y dirigida por su creador. Es más bien una película Mann post-Colateral. Y desde aquella excelente película el de Mann es un cine a contramano de todo el cine que se hace. Su decisión de filmar en digital y aprovecharlo bien y al máximo para lograr una película de una imponente belleza visual, que tan buenos resultados dio en Colateral, vuelve a repetirse acá. Pero si bien esta, tratándose de Miami Vice, debería tener lógicamente más escenas de acción que Colateral, aquí hay un solo tiroteo al final. Pero claro, es uno de los tiroteos mejor filmados de la historia, que compensa la cantidad de escenas de acción mal filmadas donde no se entiende un carajo lo que está pasando de varias películas de acción de los últimos tiempos. Pero antes de eso hay dos horas de película en la que prácticamente no pasa nada. El hecho de que en esas dos horas no pase nada e igual se pasen volando y sean una maravilla es puro mérito de Mann. No pasa nada y prácticamente no hay historia. Pero como nos ha enseñado Hitchcock, no es necesario un buen punto de partida para hacer una gran película. Mann hace en Miami Vice una película sobre nada. Mejor aun, hace una película gigantesca y hermosa sobre nada. Tan hermosa es que convierte lo feo en hermoso. Las canciones que aparecen en la película (incluida una de Emilio Estefan), en cualquier contexto serían horribles. Pero acá resplandecen, están perfectamente utilizadas y la belleza de la película se transmite a las canciones. Véanla antes de que la bajen de cartel.