Wednesday, August 30, 2006

Con una bicha en el avión



Por fin pude ver Snakes on a Plane, una película que ya parecía que iba a ser un éxito mucho antes del estreno, gracias a todo el buzz que generó su perfecto título y su imposible trama, aunque sólo se mantuvo en primer lugar la semana pasada y esta ya cayó estrepitosamente al séptimo puesto en recaudaciones en EE.UU. Snakes on a Plane trata sobre exactamente eso mismo. Un surfer vio un asesinato cometido por un mafioso coreano y un policía (Samuel L. Jackson) debe llevarlo a Los Angeles para que testifique. Y en un ridículo plan para matar al testigo, los malos llenan el avión que los va a transportar de serpientes de todo tipo. Si parece la trama de cualquier berretada clase C, lo es. Pero el director de SoaP (hasta las siglas son lo más) es David R. Ellis, y para quienes no lo saben, este tipo es una de las mejores cosas que le hayan pasado a Hollywood en mucho tiempo. Ellis es autor de dos grandes películas como Destino final 2 y Celular. Y si vieron estas películas sabrán que Ellis tiene un estilo propio, que consiste básicamente en cagarse de risa de todo sin importar las consecuencias. Con DF2 ideó una serie de muertes absurdas planificadas al milímetro y perfectamente coreografiadas y un final maravilloso. En Celular logró hacer de una trama convencional de "película de secuestros" una película desopilante y completamente demente. Y aquí hace exactamente lo mismo. Se hace cargo de toda la berretada y se va al carajo.

SoaP es antes que nada una película respetuosa con su público. Verla es participar de una gran fiesta, dentro y fuera de la pantalla. Los que se enganchan la van a pasar bomba, y los que no, se van a aburrir muchísimo. Ellis no le teme absolutamente a nada y se rie de absolutamente todo. Cada línea de diálogo, que en manos de otra persona hubiese sido involuntariamente graciosa, aquí es voluntariamente desopilante. Los personajes, apenas delineados, terminan resultando excelentes arquetipos. Con detalles mínimos el tipo construye unos personajes que podrían parecer completamente superficiales (chica rica chetona con perro mini llamado Mary Kate, por ejemplo), pero igualmente terminamos preocupándonos por el destino de cada uno de ellos. Y si bien toda la película es un disparate de proporciones bíblicas, igual funciona muy bien como thriller. Aunque todo parecería ser de trazo grueso (en el mejor sentido posible, claro), Ellis también mete chistes casi tácitos, como la genial reflexión sobre la corrección política -cada vez que aparece un oriental malo, en el plano siguiente hay un oriental bueno-.

Ellis hace historia con esta excelente película, tal vez la más autoconsciente de todos los tiempos, y luego de sus tres últimas películas (y de su trabajo como director de segunda unidad, donde entre otras cosas se encargó de filmar dos grandes escenas de dos películas malas -el partido de quidditch en HP y la piedra filosofal, la escena de la autopista de Matrix: Recargado-) confirma que es un director de aquellos, con un universo personal y retorcidamente divertido. Y encima, como si todo esto hubiera sido poco, resucita del olvido a Todd Louiso, el inolvidable Dick de High Fidelity.